Terminator: Modernidad, posmodernidad y viajes en el tiempo

2 Mar

–Este texto fue el trabajo final de la asignatura Filosofía y Cine que cursé en el master de ficción de cine y televisión 2009-2010. Me valió una nota final de excelente (10)–

 

1 – El cristal con que se mira

Terminator es una película que habla del miedo a ser madre. Llevado a una escala épica y trascendente, expresa simplemente el pavor que siente una mujer joven ante la responsabilidad y el corte de alas que representa pasar, de pronto, a tener a un hijo que depende de ella totalmente.

O al menos eso es lo que siempre he dicho sobre esta película, aunque, claro, lo he hecho siempre como aficionado y sin ningún elemento a favor de mi interpretación más allá de cierto placer por la elucubración y alguna tendencia freudiana natural.

Pero, al darse cuenta de que este film, escrito y dirigido por James Cameron, es del año 1984, auno no le puede costar imaginar que intentar relacionar sus contenidos con la posmodernidad puede resultar interesante. Al menos a primera vista, pues, por ejemplo, comparte elementos (como el futuro devastado o los androides humanoides) con Blade Runner, y esta otra película de ciencia ficción es considerada como una expresión de muchos de los elementos sociales a los que lleva la llegada a la posmodernidad.

Pero, de hecho, este trabajo pretende hacer una tarea artificial. No es la película la que nos lleva a hablar de posmodernidad, sino que son las características de esta las que se fuerzan sobre el film para “ver qué pasa”. Del mismo modo que unas gafas de 3-D, este texto quiere ponerse ante los ojos reflexiones sobre lo que conlleva la posmodernidad y usarlas para mirar Terminator, esperando que el efecto resulte interesante y se pueda llegar a ideas útiles, aunque sea solo cómo estímulo intelectual o, incluso, para demostrar que Terminator no se puede leer directamente en clave posmoderna.

¿Así pues, por dónde empezar?

2.1 – Devastación… ¿Posmoderna?

Según Arthur Asa Berger en The postmodern presence: readings on postmodernism in american culture and society, la película Terminator “está con frecuencia en listas de filmes posmodernos importantes.” [1], y argumenta que tiene buenos motivos para ello: la presencia del Cyborg como elemento de hiperrealidad, el viaje en el tiempo como acto que diluye la distinción entre pasado y futuro, el personaje de John Connor y la profecía que se autorrealiza, el robot que imita voces… Todos se reducen a uno, en realidad. A la disolución de las distinciones y categorizaciones, propia de la posmodernidad.

Pero antes de entrar en esto, quizás el segundo elemento que le importa a este autor resulta más interesante para empezar a enfrentarse a Terminator. Se interesa por el hecho de que el futuro de este film, y de Blade Runner, son distópicos, pero no desarrolla esta idea. Quizás, si asumimos que esta destrucción de la civilización representa, en realidad, la caída de los grandes relatos, este argumento resulte adecuado. Caen los grandes relatos, la civilización terrestre de Blade Runner se degrada, ocurre el “día del juicio” en el mundo de Terminator, y nos encontramos de pleno en una distopía que representa la posmodernidad. ¿No es cierto?

Pues, sorprendentemente, no. Aquí empezamos a vislumbrar que el análisis con criterios posmodernos de Terminator no resulta tan directo como puede serlo el de Blade Runner. En Terminator entran en juego dos realidades diferentes debido a su argumento basado en los viajes en el tiempo. Existe el futuro, donde empieza la película, un mundo devastado, sí, pero por las máquinas. Un mundo en el que una pequeña resistencia humana todavía combate, guiados por un gran líder, John Connor. Un futuro que, en realidad, encarna las cuestiones relativas a la modernidad. Por otro lado, los años 80, que ocurren antes que “el futuro” y que, por lo tanto, preceden a este mundo moderno, encarnan en realidad los valores posmodernos.

En el año 2029,la Tierraestá devastada. El progreso ha llevado a la creación de máquinas inteligentes que han decidido eliminar a la humanidad. Un líder carismático, John Connor, organiza a esta humanidad en una lucha contra la dominación de las máquinas, que usaban a parte de sus enemigos como mano de obra en campos de trabajo, “les abre los ojos” y les lleva a rebelarse, rompiendo “las verjas” en las que estaban cautivos para hacerse con el dominio. Las grabaciones de Sarah Connor les inspiran, su hijo John es consciente de la estructura de la historia, que tiene un camino determinado: deberá mandar a alguien al pasado a proteger a su madre de un asesino cibernético enviado por las máquinas.

El futuro es un pastiche de elementos propios de la modernidad. La devastación del 2029 en Terminator no tiene nada que ver con la del 2019 de Blade Runner. En el segundo, la civilización “tradicional” está muerta debido a que la posmodernidad la ha vuelto obsoleta. En el primero, lo que está muerto es la humanidad. Los suelos de ciudades devastadas cubiertos de calaveras humanas representan uno de los temores que caracterizan a parte de los pensamientos de la modernidad (sobre todo a partir del desengaño que suponen la Primera y, especialmente, la Segunda Guerra Mundial): La humanidad aplastada por la técnica sin moral. Los robots son, si se me permite este adjetivo tan pulp, “supernazis”, son un grupo organizado que toma los principios del progreso y del fin de la moral humanista/la muerte de dios[2] (aunque ellos mismos dependen de un dios tecnológico, Skynet, que manda la plaga atómica sobrela Tierra, lidera a los robots, crea a los cyborgs, inventa el viaje en el tiempo y domina la existencia) hasta el extremo, pervirtiéndolas.

Por su parte, los humanos representan otra parte del discurso moderno. Una comunidad de personas que, anónimas pero empáticas, luchan por la humanidad, siguiendo a un líder mesiánico (no olvidemos que John Connor y “Jesus Christ” tienen las mismas iniciales, y ambos son concebidos por seres de otra realidad y madres abnegadas para salvar a la humanidad) y su discurso ordenador del mundo, con tintes marxistas, y, en consecuencia, una gran conciencia de la historicidad.

En cambio, el “presente” (lo era en el momento de hacer la película, aunque ahora cuesta no referirse a él como “pasado”) encarna muchas de las características de la posmodernidad. En ella, personas heterogéneas pero sin identidad clara, individualistas y aisladas, viven dominadas por la necesidad económica (o simplemente profesional) en un mundo que ni tiene sentido ni trascendencia. Toda comunicación humana está mediatizada por una tecnología que la condiciona y, en realidad, estorba, volviendo cada acto en un simulacro. Los estilos (y el kitsch) campan a sus anchas, y, ni las grandes instituciones son capaces de comprender nada, ni los grandes discursos de explicar ninguna cosa.

2.2 – Pisando calaveras

Si hay algo que tanto máquinas como humanos tienen claro en el año 2029 es el concepto de historia. De un modo entre Hegeliano y Marxista, los humanos luchan contra los robots (el mal, los opresores) para llegar a un cambio de situación, una nueva época en la que los hombres vuelvan a ser libres. Las máquinas, además, urden un plan astuto: el de matar a su mayor enemigo antes de que nazca, mandando al pasado a un robot asesino para que elimine a su madre. En el futuro, la progresión del tiempo es clara, y, aunque se invente un aparato para manipularlo, el futuro siempre tira hacia delante. No ocurre como en los ochenta, en el que se mezclan elementos futuros y presentes. El futuro es lo que es, las máquinas progresan (como evidencia el hecho de que consigan inventar la máquina del tiempo o el progresivo perfeccionamiento de los terminators, de T-600 con piel de goma a T-800 con piel biológica.) y que avanza, ya sea hacia la victoria final del bien (el fin de la historia, el socialismo) o hacia la aniquilación de la humanidad, que como dice Vattimo en su introducción a El fin de la modernidad, es una forma cásica de fin de la historia[3]. En todo caso, hacia el fin de la lucha, elemento básico para articular la historia en términos modernos.

Pero, cuidado, hay que tener en cuenta que a Terminator le gusta darle la vuelta a muchos de estos elementos. Si, como diremos después, el presente está desprovisto de historicidad, la historia, es decir, el periodo de guerra con las máquinas, empieza con el holocausto nuclear, otra articulación típica del fin de la historia según Vattimo.[4]

Del mismo modo, si la historia avanza, si la historia existe, es gracias al retroceso al pasado “no histórico”. Para seguir en esta línea, se debe tener en cuenta un elemento que ignoraría si no fuese porque sirve para dotar de sentido a una de las carencias del filme: la muerte del terminator. El robot asesino, imparable, muere finalmente de un modo que no parece encajar en ninguna de las reflexiones. Una prensa hidráulica lo aplasta, y eso es todo. Siendo algo tan importante dentro de la historia, que no encajase era un problema para esta reflexión, y un argumento en contra de la lente posmoderna para analizarlo… Pero haremos una pequeña trampa. Parece ser que esa escena ha sido parcialmente cortada[5]. El terminator muere en una nave industrial de Cyberdyne Systems. Uno de los empleados encontrará los restos del cyborg… Y Cyberdyne Systems desarrollará el sistema de defensa Skynet, que tomará conciencia de si mísmo y lanzará un ataque nuclear a gran escala contra la humanidad, iniciando la historia con un acto de fin de la historia.

Como ocurre con toda profecía, intentar evitar el futuro lleva a que ocurra: las máquinas quieren matar a Sarah Connor para que nunca tenga a John, y ello hace que los humanos del futuro le manden a un protector que engendrará al hijo que ellos querían pre-abortar. Pero, además, en su intento por no morir, las máquinas mandan al pasado la semilla de su nacimiento. En un giro posmoderno, la historia se siembra a sí misma en una época no histórica, con consecuencias tan modernas como la del progreso ineludible, de la mano de la tecnología.

El regreso al pasado es, de hecho, un elemento muy típico de cierto pensamiento moderno que se enfrenta a las implicaciones destructoras que nos amenazan propias del desarrollo de la tecnología. De algún modo, se propone contrarrestarla regresando a formas de pensar más antiguas… pero parece que Vattimo está de acuerdo con el film de Cameron cuando dice:

“La debilidad de esta posición consiste (…) en la convicción de que de esos orígenes podría derivarse no aquello que en realidad ha sobrevenido. Regresar a Parménides significaría solo volver a iniciar desde el principio… siempre que, nihilisticamente, se predique una absoluta casualidad en el proceso que a partir de Parménides hasta la ciencia y la técnica modernas y a la bomba atómica[6]

Una casualidad que no existe en la película, dónde la fuerza de la historia arrastra los acontecimientos en una dirección[7]. Y, pese a todo, no deja de tener gracia que sean las máquinas quienes quieren regresar al pasado para eliminar a lo que hace progresar a los humanos, y no al revés. De hecho, en otra escena eliminada relativa a la anterior, Kyle Reese se niega a intentar eliminar Cyberdyne, alegando que su misión es proteger a Sarah Connor, no evitar el ataque de Skynet.[8]

Para comprender la oposición de las actitudes de las dos facciones del futuro, resulta interesante la relación entre la crisis del humanismo, relativo a la metafísica, y el triunfo de la técnica moderna que hace, entre otros, Heidegger. Según Vattimo:

“Esta se manifiesta como la causa de un proceso general de deshumanización (…) en el plano de la organización social y política, un proceso de acentuada racionalización. (…) Generalmente, que se impongan las “ciencias de la naturaleza” [sobre las “ciencias del espíritu] es considerado una amenaza de la cual hay que tratar de defender la zona de los valores humanos peculiares sustraídos a la lógica cuantitativa del saber positivo”[9]

Esta oposición entre “ciencias de la naturaleza” (ciencia, productividad) y “ciencias del espíritu” (valores humanos, espontaneidad, elección, importancia del ser humano) viene a ser la que hay entre las máquinas y la resistencia humana.

Los primeros son robots, científicos, metódicos, inhumanos, tienen de su lado a la técnica, y solo perdonan la vida a humanos “productivos” para sus campos de trabajo[10].

Los segundos son humanos, empáticos[11], valientes, aman y deciden por sí mismos[12].

Vattimo, que está resultando muy interesante para analizar Terminator, explica como en la cultura, moderna, de principios del siglo XX (que vendría a ser bastante la que representa el sector humano del futuro):

“La relación con la técnica se considera así esencialmente como una amenaza a la cual el pensamiento reacciona tomando conciencia cada vez más aguda de los caracteres peculiares que distinguen al mundo humano del mundo de la objetividad científica o bien esforzándose en preparar, teórica o prácticamente (como ocurre con el pensamiento marxista), la recuperación por parte del sujeto de su carácter central”[13]

Teniendo en cuenta que, para los humanos del futuro, el asunto no es puramente teórico, esta actitud describe bastante bien su misión, siendo el equivalente en términos más filosóficos de la descripción más básica “quieren eliminar a las máquinas que les esclavizan y aniquilan”.

Es notable, pese a todo, que la oposición entre la anonimidad de las máquinas y la importancia del sujeto para los humanos se articula en una importancia del sujeto en abstracto, bastante propia de muchos grandes relatos modernos, desde el catolicismo al comunismo. El ser humano, el proletario, o lo que sean quienes necesitan ser defendidos en la ideología concreta son importantes, pero su adhesión y sacrificio por la causa también. De este modo, Kyle Reese solo tiene nombre cuando ha pasado ya una hora de metraje, los humanos mueren a manos de los robots de forma patéticamente poco ceremoniosa y el único hombre importante por encima de los demás es John Connor (y su también divinizada madre), haciendo que el resto de seres humanos necesiten identificarse para entrar al refugio y que hasta lleguen a infiltrarse Terminators con cobertura biológica.

Pero de esto hablaremos en un punto posterior del trabajo. Ahora, una vez hecho un repaso del mundo futuro que plantea Terminator, en que dos visiones diferentes de modernidad están en guerra, veamos el presente que encarna lo posmoderno.

2.3 – Aquellos absurdos 80’

Para el espectador actual, el año 1984 resulta anticuado, y en ese sentido puede incluso parecer que Terminator recrea una época, pero los textos del principio de la película lo dejan claro. La verdadera batalla se luchará en 1984… “Esta noche”. ¿Por qué resulta esto importante? Pues porque, si el futuro de este filme es una completa ficción, y por lo tanto ha debido ser inventada de cero y se amolda más fácilmente a esquemas mentales y a relatos previos a la propia película, el presente pretende ser una versión reconocible y, por lo tanto, realista dentro de los límites de la estilización que permite la narración fílmica. Por ello, no está diseñado para mostrar los elementos de la posmodernidad, o con ellos en mente, como sí sería el caso de American Psycho (tanto la novela como su adaptación cinematográfica), y aunque es notable lo bien que ejemplifica la partes de la posmodernidad, no lo hace de forma organizada, por lo que en este apartado se intentará hacer un despiece de en qué elementos y pistas se ven reflejados estas características, aunque se pueda tratar de elementos aislados o anecdóticos dentro del film.

Un tema del que ya hemos hablado es el de la no historicidad del hombre posmoderno. No se considera parte de una historia con sentido ni con rumbo, sus actos no tienen consecuencias en el futuro porque el futuro no importa, solo el presente. Por ello, a Sarah Connor no sólo le cuesta comprender que Kyle Reese y el Terminator vienen del futuro (Es razonable pensar que puede chocarle), sino el simple concepto de que matarla a ella antes de que tenga un hijo sea un plan valido para matar a dicho hijo. Y, como le dice su compañera de trabajo, “¿Dentro de 100 años, a quien le va a importar?”

Hay que admitir, pese a todo, que el personaje de Sarah sufre una transformación, progresivamente se hace más consciente del rumbo de la historia (mucho más progresivamente si se considera una de las escenas eliminadas antes mencionadas, en que investiga qué es Cyberdyne y propone destruirla) hasta llegar a ese final en el que huye a México dispuesta a prepararse para criar a un hijo que será el salvador de la humanidad, completamente desprovista de sus valores posmodernos.

Otro aspecto de la posmodernidad, que se ve temprano en la película, es la del mundo privado como lugar de reposo, relax y felicidad. Fuera, un laberinto oscuro lleno de amenazas, de estrés y de afán de lucro. Recordemos el contraste entre el trabajo del restaurante y las escenas que ocurren en el apartamento de Sarah: El trabajo es una serie continua de situaciones estresantes, que hay que soportar para conseguir lucrarse (y medrar profesionalmente), y solo en su apartamento está contenta, relajada, disfrutando de la compañía de su amiga. También es en la intimidad casera del hotel donde se hospeda con Kyle (y donde finalmente engendran a John) dónde está feliz y relajada en medio de este mundo estresado y agresivo. Hablaremos de por qué más adelante, pero es notable que no ocurra lo mismo en una comisaría de policía llena de hombres armados que pueden defenderla. Se relaja hasta cierto punto, pero nada que ver con la felicidad y la distensión a la que llega en los momentos realmente íntimos. De hecho, uno de los aspectos particulares del Terminator es que irrumpe en esta intimidad, siempre de forma traumática.

Otro aspecto propio del individuo posmoderno es el narcisismo,  que se hace patente no solo en la estética extrema de muchos de los individuos que pasean por las calles de 1984[14], sino de forma muy notable en la escena en que Sarah y su amiga Ginger se están arreglando para salir de fiesta. No solo se trata de un momento de agradable intimidad, sino que es una escena relativamente larga, en general un cineasta pasaría bastante por encima del aseo de los personajes. Este detenimiento (y la separación del acto en dos escenas diferentes) le da un cierto peso a toda la acción.

Es también en este punto de la película donde otro de los elementos típicos de la reflexión posmoderna hace acto de presencia. Como se ha mencionado al principio del artículo, la tecnología que mediatiza toda comunicación la convierte, de hecho, en un simulacro, que permite que el robot pueda hacerse pasar por otras personas mediante la comunicación a distancia (ya sea telefónicamente o mediante la radio del coche patrulla). En un guiño hacia este hecho, el contestador de Sarah y Ginger empieza saludando para, a continuación, reír. “¡Te he engañado, estás hablando con una máquina!”. Y el novio de Ginger es incapaz de saber que quien le ha contestado al teléfono es Sarah, por lo que empieza a decirle guarradas pensando que es su novia y sin salir de su engaño hasta que Sarah, que había decidido reírse de él, le explicita que se ha equivocado.

Esta comunicación mediatizada implica otra clase de problema, muy importante para la tensión del film. Empieza de forma bastante inofensiva: El noviete de Sarah la llama para decirle que no puede quedar esa noche, pero deja el mensaje en el contestador y no lo oye hasta que ya está lista para salir de casa. A continuación, cuando la policía intenta advertir a Sarah de que corre peligro, solo el contestador recibe sus llamadas. Y cuando es ella la que, preocupada, llama a la policía, (tras encontrarse con un teléfono que no funciona), todas sus líneas están ocupadas.

La mediatización tecnológica boicotea el acto comunicativo en sí, haciendo que sea inefectivo, falseando el mensaje (como hace el Terminator) o haciéndolo llegar al destinatario erróneo (la broma mal dirigida del novio de Ginger es la versión inocua del hecho de que el Terminator sepa donde se encuentra Sarah porque recibe, gracias al contestador, la llamada que ella le mandaba a Ginger, dando información que, evidentemente, no le habría dado a un asesino que quiere matarla).

La tecnología para comunicarse también se dedica a molestar en general, como ocurre con las constantes llamadas al buscapersonas que recibe el doctor Silberman.

Ya he apuntado antes que el primer teléfono que Sarah decide utilizar está averiado. Se trata de otro de los efectos de la tecnología en la comunicación en el presente de Terminator. No solo hace inefectiva la comunicación sino que, directamente, incomunica. Como se ha visto, el film presenta primero de forma inofensiva y luego ya “en serio” estos efectos. En este caso, cuando el novio de Ginger llama lascivo y se equivoca, Sarah intenta avisar a su amiga. Pero ella es incapaz de oírla porque está escuchando música a todo volumen con su Walkman.

La policía intenta avisar, dejando mensajes en el contestador, de que Sarah corre peligro, pero Ginger está en la cama con su novio escuchando música en el Walkman. De hecho, sube el volumen para no enterarse de lo que dicen las llamadas.

Finalmente, cuando han acabado con el sexo y se levanta para hacer unos bocadillos, el Terminator irrumpe en el dormitorio… pero ella no se entera debido al efecto aislante del Walkman, en el que suena, con ironía, una canción cuya letra se dedica a repetir la palabra “intimacy” una y otra vez.

El afán de Ginger de aislarse a base de tecnología, por ese entonces novedosa, acaba resultando un grave contratiempo para todos, incluyéndoles a ella y a su novio, que acaban muertos.

Para terminar con este tema, un efecto curioso de la falsedad comunicativa que crea la tecnología en los 80 de Terminator es la que hace que Sarah hable para sentirse mejor con objetos inanimados (la mascota del restaurante en el que trabaja, la grabadora que utiliza al final de la película) o no racionales (como su iguana) aunque en este caso los efectos no sean negativos, sino simplemente neutros o incluso positivos, como en el caso de las grabaciones, que hace “sobre todo para ella misma” pero que inspirarán al futuro John Connor.

Tan desdibujada está la identidad en el mundo posmoderno que, a parte de otorgarle una a objetos inanimados, hay cierta confusión en lo referente a qué Sarah Connor es la que hay que matar. Las tres se llaman igual y, como en el listín de teléfono, son virtualmente indiferenciables.

Quizás el aspecto de la posmodernidad que queda mejor representado en Terminator es el de la caída de los grandes relatos, representados en este caso por una gran institución de orden “material” o “práctico”, y social, la policía, y una gran institución de tipo más “intelectual” o “espiritual” e individual, la psiquiatría.

Los grandes relatos, las instituciones fuertes, son incapaces no ya de solucionar nada, sino directamente de entender algo. Aparecen nuestros viajeros temporales. El malo, que asesina impunemente a unos punks, y el bueno, que empieza a ser perseguido al instante por varios policías. Un despliegue policial, pese a todo, que es completamente inefectivo contra un hombre desarmado y desorientado, equipado exclusivamente con los pantalones de un mendigo y, más adelante, una gabardina y unas Nike. De hecho, cuando da esquinazo a la policía, se mete en uno de sus coches patrulla y les roba una escopeta.

El cyborg asesino se dedica a hacer lo suyo, sin que la policía le interrumpa ni una sola vez, mientras Kyle Reese es perseguido sistemáticamente. La policía, incapaz de comprender nada, persigue al bueno en vez de al malo. Su ineficacia se ve plasmada en múltiples ocasiones. Siempre llegan tarde. Solamente consiguen detener a Kyle tras una larga persecución, y retenerle a penas unas horas. Jamás consiguen apresar al Terminator, y cuando este se presenta en la estación de policía, no consiguen defender a Sarah sino que, de hecho, le confirman al asesino que se encuentra ahí.

La ineficacia de la policía como entidad llega a su máxima expresión en dos momentos de la película. El primero, cuando el robot se enfrenta a un enclenque agente con voz de niño, que es incapaz de comprender que el peligroso era el Terminator y no los dos humanos que huyen en un coche, y pide una ambulancia para el robot. Es rápidamente anulado por éste, que además le roba el coche y, como hizo Kyle en su momento, la escopeta.

El segundo momento es el asalto de la comisaría por parte del asesino cibernético. Penetra con fuerza en la encarnación material de la institución, la central de policía, violando su integridad con un coche, y se dedica a continuación a asesinar a todos sus ocupantes, policías armados y entrenados, sin el más mínimo problema. En el interior del sancta sanctórum de la entidad que debía protegerla, Sarah habría caído víctima del robot si no hubiese sido por el presto rescate de Kyle, que ha anulado al policía que le vigilaba estando él esposado y, para más inri, cuando éste acababa de recibir la orden de vigilarlo bien. La institución de la policía cae, completamente incapaz de hacer nada ni de comprender el por qué de su caída, y todos, Terminator, Kyle y Sarah, huyen sin problemas aunque, como anuncia la radio, se haya iniciado el “mayor despliegue policial de la historia del área de Chicago”.

La decadencia de la psiquiatría, por su parte, la encarna el doctor Silberman. Desde el primer momento, en el que describe su profesión entre bostezos, resulta ser un personaje odioso. Incapaz de ver la verdad en las palabras de Kyle, ridiculiza a su paciente. Es un ser completamente carente de empatía, orgulloso y altivo y, a la vez, de actitud hastiada, que ve en Kyle un simple vehículo para conseguir lucro y prosperidad profesional, y que olvida la impresión que pueda causar en Sarah el video de su sesión con él, llevado por su fascinación morbosa por el caso. El hecho de que el doctor Silberman encuentre en Kyle exclusivamente un medio para medrar social y profesionalmente, algo que claramente es un valor negativo para la psiquiatría y que, por lo tanto, demuestra su desintegración como discurso valido, es también síntoma de otra de las características propias del individuo posmoderno, lleno de un afán por prosperar sea como sea, incluso a costa de los demás.

Tan incapaz resulta el psiquiatra de comprender la verdad que ni siquiera llega a ver al robot, ni nada de lo que hace, pese a que se cruza con él.

No hay ningún discurso ni institución que ordene la realidad, como, desesperado, se da cuenta Kyle al ser interrogado por Silberman, cuando pregunta “¿Por qué estoy hablando con usted? ¿Quién tiene alguna autoridad por aquí?”.

Al final, lo único que tiene sentido en este mundo ochentero y posmoderno es el historicismo que traen consigo los seres futuros y, aunque esto es discutible y se sale un poco del terreno de este análisis, quizás el amor (antídoto de los males posmodernos, elemento puramente humano que quedaría destruido en el futuro si las máquinas vencieran, y germen de la existencia del salvador John Connor).

2.4- Filosofías que destiñen

Ya se han apuntado algunas pinceladas sobre este tema, pero si hasta ahora se ha hablado de las dos épocas y de los esquemas filosóficos que encarnan, es interesante centrarse ahora en los tres personajes que se ven empapados del contexto que no les es natural, esto es, los dos viajeros del mundo moderno que acaban en una realidad posmoderna y la chica posmoderna que acaba completamente envuelta en redes de sentido y progreso histórico modernas.

Empezaremos con el Terminator, el cyborg. Su evolución es la menos clara porque ya, para empezar, pese a que forma parte del colectivo robótico que encarna una parte de la modernidad y trabaja para llevar a cabo una misión con un claro objetivo histórico, su propia condición de simulacro lo lleva ser un artefacto posmoderno.

Quizás, lo único que se podría decir es que emprende un camino progresivo hacia la individualidad. O, mejor dicho, empieza siguiendo el camino hacia el anonimato que de él requiere su función pero, en un momento dado, evoluciona hacia la individualidad de la posmodernidad. Veámoslo. El robot aparece desnudo y, tras repetir varias frases, toma la iniciativa formando su primer mensaje original… destinado a quedarse con la ropa de otro. Es decir, a asumir su identidad estética. Esto está en clara contradicción con la actitud de los seres propios de la época, pues los punks a los que está enfrentándose, pero también la mayoría de personajes que aparecen en el film, tienen aspectos cuidados y expresivos. Desde al punk que se ha dedicado a pintarse marcas de neumático en la cara, pasando por Ginger y Sarah arreglándose ante el espejo, el figurante gordo y barbudo al que echa de la cabina telefónica o las decenas de extras que pueblan el club TechNoir, todos los looks son premeditados y están trabajados y pretender marcar cierta individualidad. El Terminator, en cambio, asume la “identidad estética” de otro, repite frases e incluso replica las voces de otros individuos, haciéndose pasar por ellos por teléfono o radio.

Pese a eso, progresivamente va evolucionando hacia una cierta individualidad. De pronto, le vemos ante el espejo, arreglándose en el sentido literal de la palabra. La escena, diferente pero similar a la que protagonizan Ginger y Sarah en el baño, acaba con el cyborg cubriendo su ojo expuesto con unas gafas de sol… y preocupándose por su peinado como hiciera la misma Ginger al acabar de peinarse.

En este estado, habla mucho más con sus propias palabras y de forma menos telegráfica (al dialogar con el encargado de la entrada de la comisaría, por ejemplo), y, ya hacia el final, acaba “liberado” de la “máscara orgánica” que le cubría, revelando su verdadera identidad de androide. De algún modo, se puede decir que acaba completamente expuesto y completamente distinto a todos los demás seres que pueblan ese tiempo, volviéndose un ser único e individual.

Pese a todo, nunca asume del todo los valores que derivan de esta individualidad, y sigue adelante con su misión aunque esto implique su propio daño y destrucción. A no ser, claro, que consideremos que esto es su “trabajo” y que su esfera privada es la que representan las escenas en las que se está reparando en su apartamento, caso en el que entonces veríamos que su existencia en los ochenta se amolda perfectamente a las ideas posmodernas sobre la esfera pública y la privada y la del éxito profesional por encima de todo. Pero se trata quizás de una interpretación demasiado forzada, al fin y al cabo un robot, al estar programado, sigue forzosamente algo parecido a un paradigma moderno de liderazgo y entrega por un bien superior y mediatizado por un líder divino.

El otro viajero temporal, Kyle Reese, sufre una transformación similar. Empieza desnudo, poniéndose los pantalones de un mendigo y algo de ropa que toma porque tiene la oportunidad, fijándose en su funcionalidad y no en su estética. Es, ante todo, un soldado, sin nombre, sin deseos ni inquietudes más allá de su misión. Infatigable, lucha por salvar a Sarah, se identifica ante Silberman por su número de regimiento y su rango, habla de su misión pero no de su vida interior… hasta que, en un momento determinado, cuando ya ha pasado una hora de película, se abre ante Sarah. Le dice su nombre, le habla de su infancia (y de cómo hacía explosivo plástico), le explica que “nunca hubo una chica” y que estuvo siempre enamorado de ella y es entonces cuando ella le corresponde y se vuelve puramente humano, entregado al sexo con su amada y no a su misión (aunque al final este acto acaba siendo tan importante como cualquier otro aspecto de lo que pretendía llevar a cabo en el pasado). Cuando despierta al día siguiente es un humano feliz y sonriente, no un soldado con una misión, pero la llegada del cyborg hace que vuelva a volcarse en la defensa de Sarah, con la única diferencia de que ahora el espectador sabe que está protegiendo a la mujer de la que está enamorado. En su caso, no se da para nada el efecto narcisista que sí aparece vagamente en el robot, aunque sí es evidente el efecto de la intimidad en su capacidad para relajarse, pero sí hay un cambio en él que le lleva al “individualismo” aunque sea por unos momentos.

La más afectada por el contacto entre realidades es, curiosamente, el personaje que no cambia de mundos, aunque quizás se podría argumentar que el contexto “moderno” del que provienen los otros dos limita su capacidad de adaptación y, en cambio, el contexto posmoderno (y por lo tanto desorganizado y libre de esquemas rígidos que lo estructuren) hace a Sarah mucho más permeable y maleable. En su caso, la evolución se da sobre todo en el eje de la historicidad. Sarah empieza su existencia en la película siendo un ser posmoderno, incapaz de comprender las explicaciones de Kyle, los efectos del pasado en el futuro y la responsabilidad que tiene sobre el porvenir de la humanidad (y cuando empieza a comprenderlos, reniega de ellos por momentos). Sufre también la imposibilidad de asumir su papel, haciendo constantes referencias a lo poco “legendaria” que resulta.

Pero, empezando ligeramente con el vendaje que le hace a Kyle, que le sale bien, y especialmente a partir de la noche en que fabrican bombas y que pasan juntos en el hotel, el personaje de Sarah cambia. Pasa a tener un rumbo, lo cual la hace estar segura de sí misma y actuar más como Kyle y menos como una chica asustada, y pasa a ser consciente del flujo de la historia y de su papel en el futuro. Se aísla del mundo, renegando de los valores posmodernos del medrar socialmente, el narcisismo, el materialismo, el esteticismo o el inmanentismo, agarra un jeep y un perro y se marcha a un México sucio y atrasado, compra por compasión una foto que le han hecho a traición (valorando la empatía por un niño por encima de los bienes materiales), prepara grabaciones para sí misma y también para su futuro hijo, que ya ha asumido que tendrá, y, cuando le dicen que se acerca una tormenta responde que ya lo sabe antes de poner rumbo precisamente hacia ella.

De ser una muchacha frívola y asustada pasa a ser una mujer con un rumbo, una misión supeditada a su propia persona, asume un gran relato con líderes mesiánicos (aunque de un modo extraño, ya que ella es uno de ellos en un papel secundario) y tiene una idea clara de su influencia en un futuro que va a llegar, lo quiera ella o no.


2.5- El peso de una Polaroid 

Teniendo en cuenta la importancia que tienen el paso del tiempo, la historicidad y el destino en esta película (y en el contraste entre modernidad y posmodernidad), es importante hablar de uno de los puntos difíciles de este análisis con el enfoque del artículo. Las referencias de Kyle Reese a que el futuro no está escrito.

En cierto momento he dicho que es un enfoque humanista en el que es el propio individuo el que escribe su futuro. Sin duda, es una de las ideas posibles, y no se ha profundizado más en ese momento para no llevar el texto a un excurso paralizante, pero quizás el hecho de que Kyle crea en el poder del individuo para crear su porvenir y que en realidad se equivoque no es una explicación satisfactoria si no se exploran un poco más las posibilidades que esto abre.

Para empezar, la película parece tener un mensaje tajante respecto a esto. El futuro está escrito y, en la mejor tradición mitológica, los esfuerzos para cambiarlo son lo que lo provoca. (Esto es particularmente cierto si se tiene en cuenta la escena cortada en la que se descubre que los restos del Terminator mandado al presente son la base sobre la cual se creará Skynet).

¿Entonces, pues, por qué dice Kyle varias veces que hay muchos futuros posibles, aunque lo diga despreciando un poco sus conocimientos, alegando que no conoce aspectos técnicos del viaje en el tiempo? La teoría de que lo cree de verdad parece adecuada, ¿Por qué iba a decirlo si no es así? Fuera de la lógica de la película, probablemente para dejar abierta la posibilidad de que Sarah muriera y el espectador pudiese emocionarse ante la incertidumbre y el suspense, claro, pero dentro de la diégesis no tendría lógica.

¿Y eso es todo? ¿Para decir eso le hemos dedicado un apartado a este elemento?

No, claro. Incluso considerando que Kyle lo cree, aunque se equivoque, porque cree en el valor y la importancia del ser humano en contraste con el determinismo tecnológico de las máquinas, hay un elemento de la película que nos lleva a una interpretación más compleja. John Connor ha manipulado a Kyle Reese para que viaje al pasado y sea su padre. Como líder carismático de un esquema que organiza la realidad, John sabe que el futuro está escrito (o al menos el rumbo necesario de la historia) gracias a las cintas de su madre, en las que le hablará de Kyle, y es por ello que se encarga de que Kyle sienta un apego especial por su madre y se “ofrezca voluntario” para ir al pasado a protegerla. Como mesías, no solo sabe que hay un esquema histórico que organiza la realidad, sino que se encarga de escribirlo él mismo. Le da una foto de Sarah a Kyle, aparentemente a modo de estampita de la virgen (“la leyenda”), pero eso le lleva a enamorarse de ella, a viajar al pasado y a concebir a John. Tal como éste le había “obligado” a hacer pero siguiendo de algún modo su propio albedrío, aunque sea ilusorio, y amoldando, eso sí, la historia al albedrío de John.

De este modo, ambos enfoques, el que defiende el determinismo y el que defiende el valor del humano y de su libertad, se hacen efectivos gracias a una Polaroid.

 

3- Un bonito mirador

Dicho todo esto, ¿Funciona la óptica posmoderna para analizar Terminator? Teniendo en cuenta las limitaciones que ya se han dicho en el segundo apartado, en la que se tiene que tener en cuenta que la época que encarna la posmodernidad no lo hace como artefacto retórico sino como recreación de una época “presente”,  parece ser que el diálogo entre modernidad y posmodernidad, probablemente intencional, que se puede encontrar en la película es productivo para un análisis y una reflexión con cierto interés. El futuro articula dos concepciones opuestas pero básicas de modernidad y el presente es una espléndida expresión de algunos elementos de la posmodernidad, especialmente la caída de los grandes relatos y el efecto de la tecnología en el aislamiento del individuo, aunque toca de forma menos central muchos otros de sus aspectos. Y aunque el análisis desde este punto de vista tiene algunas partes algo enrevesadas, al final los resultados de este artículo son relativamente interesantes y funcionales.


[1] BERGER A. The postmodern presence: readings on postmodernism in american culture and society. Londres: AltaMira press, 1998. p 157.

[2] Una equivalencia convencional, aunque se puede estar o no de acuerdo con ella.

[3] VATTIMO G. El fin de la modernidad Cuarta edición. Barcelona: Editorial Gedisa, 1994. p 12.

[4] Ibid.

[5] IMDB.COM, INC. The terminator (1984) – Trivia. <http://www.imdb.com/title/tt0088247/trivia&gt; [Consulta: 12 junio 2010]

[6] VATTIMO, Op cit, p 13.

[7] Pese a que Kyle Reese, en su actitud de oposición al determinismo tecnológico y defensa del humanismo, dice que su futuro es solo “uno de los futuros posibles”, el filme explica todo lo contrario.

[8] IMDB.COM, INC. The terminator (1984) – Trivia. <http://www.imdb.com/title/tt0088247/trivia&gt; [Consulta: 12 junio 2010]

[9] VATTIMO, Op cit, p 35. En esta cita he combinado dos explicaciones diferentes, la segunda de las cuales hace referencia a un interesante debate de fines del siglo XIX y principios del XX en los que se oponen “ciencias de la naturaleza” y “ciencias del espíritu”. Quizás no es del todo correcto mezclarlas, pero resulta altamente efectivo para este texto, sin resultar una perversión.

[10] Como cuenta Kyle Reese, no solo les hacían prisioneros y los sometían a trabajos forzados, sino que Skynet decidió “en un instante” que la humanidad debía ser aniquilada.

[11] Sólo hace falta ver a Reese regresando a la colonia humana: está hecho polvo, pero no deja de jugar con un niño.

[12] Recordemos que Reese es enviado desde el futuro, sin posibilidad de regresar, por John Connor, pero lo hace en calidad de voluntario. Pese a todo, profundizaremos en esto más adelante.

[13] VATTIMO, Op cit, p 37.

[14] Y que se justifica por el “esteticismo” posmoderno, que da valor estético a las cosas basándose en el gusto individual.

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